La legendaria cara Norte del Eiger, espectaculo que pude disfrutar el pasado Diciembre.


martes, 11 de diciembre de 2007

Desde el inicio




Desde mi llegada a Alemania son varias las veces que me ha rondado por la cabeza empezar a escribir un blog. Es una manera entretenida y divertida de ir describiendo acontecimientos y sucesos curiosos que me gustaría compartir con un montón de gente que ahora está lejos, acerca de como es la adaptación a un país diferente al tuyo, y especialmente, cuando no hablas, en este caso, Alemán.

Son muchas las cosas que me chocan y llaman mi atención. Es cierto, que debería empezar por el principio, y eso pretendo hacer. Aunque me tenga que remontar un par de meses atrás. Como en cualquier proyecto, aventura, viaje, etc., cuando empiezas algo nuevo tienes una gran expectación, que combate cuerpo a cuerpo con tus miedos y preocupaciones. En mi caso, todo eso se dio, y se sigue dando pues me considero aun un recién llegado. Pero todo se va atemperando con el paso del tiempo.

Nuestra salida fue de Madrid, y bastante movida debido al peligro siempre acechante del sobre peso (creo que cotizaba a 9€ por kilo de exceso) y el transporte de nuestras bicis. El día previo fue un no para. Yo estuve empaquetando mi bici en una caja que había pedido en una tienda de bicicletas cercanas, y Anais decidió llevarla sin empaquetar (siguiendo recomendaciones de la compañía aérea). Ella pensaba que le cobrarían 40€ por la bici, yo pensaba que me combrarían 20. Nada de eso fue cierto. Nos cobraron a cada uno 50€. Que mosqueo, costó más la bici que nuestro propio viaje. Estuve reclamando e inventando historias en los mostradores de Lufthansa; que si lo mio no era una bici, sino un monociclo (una rueda), que no era un bici, que sólo un cuadro, etc. Al final a pagar y callar. El inidente de la bici acaba con que redacté una queja a Lufthansa (con sede en Dublin), indicando que se me cobró 30 € de más, y para mi sorpresa me han devuelto el dinero. Cosa de alemanas. Yo no salgo de mi asombro. Casi tengo cargo de conciencia por algunas pequeñas invenciones que figuraban en mi reclamación, pero bueno, hay que aprovechar las tretas permitidas, siempre dentro de la legalidad.

Llegamos a Frankfurt, ciudad que, no sé si por mi buen estado de animo, o porque es realmente bonito, me ha gustado mucho. Allí, las pertinentes presentaciones. No son los suegros que hace un ano me hubiera podido imaginar. No por ellos, que son encantadores, sino porque en casa se habla francés (que desconozco), o alemán (que también desconozco, de momento). O la madre de Anais, en ocasiones lo intentaba en inglés, con resultados muy diferentes. Entre este mar de lenguas, el padre de Anais habla un poquito de español. Y ahí llega el entendimiento. Su progreso en español en los primeros días de mi llegada fueron espectaculares.

Y junto a él y Anais, hago mi primer gran descubrimiento en Alemania; el flohmarkt. Es una especie de rastro (los hay por toda Alemania), pero el de Frankfurt es enorme. Hay de todo. Muchas cosas inservibles (creo yo), y otras curiosisimas. El padre de Anais es un apasionado del flohmarkt, le encanta comprar pinturas firmadas y luego mirar en Internet si es de un autor famoso. El tiene la ilusión (no declarada) de encontrar un día una obra maestra sin descubrir, o pequeñas obras de autores no demasiado conocidos por el gran publico, pero con valor en los mercados de arte. Y a veces, hace buenas transacciones, pero mientras, llena la casa de pinturas. Lo mismo sucede con las porcelanas (tiene un libro para distinguirlas y diferenciarlas). Pero en menor medida.
Es tal la pasión de esta familia por el Flohmarkt que incluso pasan la barrera de comprador, y se ponen del lado del vendedor. En una ocasión en un flohmarkt de Darmstadt, fuimos como vendedores. La madre de Anais revisó todo lo que tenía en el trastero, y seleccionó aquello prescindible. Es una gran idea yo me imagino a mi madre, y no veas de todo lo que se podría deshacer. Y liberar un poco su casa, que como bien dice, es el paradero de todo lo que el resto de la familia no tenemos sitio para guardar, pero tampoco queremos tirar. El flohmarkt sería una buena salida para todo esto. Lastima que en España, esto aun no existe. Continuo. Selecionamos todo lo que queríamos vender, y ale a vender. Llegamos sobre las 7 de la mañana, de noche, y con un frío. Hasta que entre en calor allí parado. Pero es muy curioso. Vendimos cosas increíbles. Cosas que si ves tiradas en la calle no cogerías, pero por las que si estás dispuesto a pagar algo. Bueno en definitiva, vendimos muchas cosas, desde ropa, a pinturas (de algún modo hay que dar salida a las pinturas que llegan cada finde), flores de plástico, juguetes, platos, velas, porta-velas, bastones, vasos, discos, revistas, gomas de pelo, zapatillas, gomas de borrar, no sé, un montón de cosas. Al final con lo que no vendimos a recoger en cajas otra vez, para el próximo flohmarkt gratuito (en otros se paga por vender) en Abril. Espero que en el próximo ya pueda desplegar el bello arte del regateo. Que los alemanes también regatean. Quien lo iba a decir!!!!!. Luego de vuelta a Tübingen por la A-8. Y esto merece un apartado aparte. Ya os hablaré otro día del trafico en las autopistas alemanas. No perderos ese capitulo. Que alguno os llevais una sorpresa.

Junto con el Flohmarkt, otro de las grandes novedades con las que me encuentro en Alemania es la oscuridad. Aun no me acostumbro. Y no es la oscuridad de que llega la noche a las 16:30, que también. Sino la oscuridad de la iluminación. Las calles están muy, muy oscuras. Yo me he comprado una frontal para iluminar cuando voy con la bici, pero también se podría utilizar cuando andas. Un amigo español de clase, dice que en España con esta oscuridad la delincuencia se dispararía. Yo coincido

Seguiré otro día, con otros aspectos de cultura alemana. Por el momento, hoy ya está bien. He empezado tarde y tengo mucho repertorio para ponerme al día.